
Al instante que cualquier bicho de este amplio mundo se siente amenazado por algo, siente que necesita recuperarse, curarse de algún mal, se retira de la actividad y se lame las heridas, hace reposo, busca la serenidad de una guarida.
Qué es la madriguera si no un lugar que brinda amparo y abrigo a ciertos animales? es justamente eso…. El lugar donde se siente a salvo; el escondite.
Nosotros, las personas, por alguna razón que Mistura Revista no puede dilucidar, no imitamos a la Naturaleza en eso; no copiamos a los bichos que buscan reparo ante la adversidad en su propio refugio.
Nos resistimos a ese llamado interior que nos aconseja aislarnos cuando en el afuera está el peligro y, con la soberbia que nos insufló el sabernos humanos,- pero animales al fin-, hacemos caso omiso de los atavismos, de los mandatos ancestrales, y procedemos cómo nos indica nuestro egoísmo.
Por qué renegamos tanto de estar en casa? De meternos en nuestra cueva, de aislarnos con nuestra prole en un lugar que nos brinde seguridad?
Esto vale para todos. Aunque visualicemos nuestra casa sólo como una vivienda y no como un hogar, modesta o magnífica, es nuestro nido. El nidito de amor, se acuerdan?
Cuando estamos lejos, no vemos la hora de estar en casa…. En nuestro lugar….
Entonces, a qué viene esa cara de desconsuelo? Ese desasosiego? Ese pensar que nos mandaron a casa como una manera de castigarnos? Esa sensación de que perdemos libertad, de que nos encierran contra nuestra voluntad? En verdad, es para pensar….
Es necesario ponernos a resguardo de la amenaza. Una pandemia es un peligro inmenso para la vidas de todos. Quedémonos en nuestras cuevas, sin chistar. Con la certeza de que estamos haciendo lo mejor para preservar y preservarnos. Hagámoslo, como buenos animales que somos…!