
Por una parte, la dramática nube de la pandemia ha ocultado y silenciado muchos debates que unos meses atrás resultaban impostergables. En nuestro país, por caso, aparecía como una tarea imprescindible del nuevo gobierno la investigación, difusión y denuncia de las consecuencias nefastas del experimento neoliberal del gobierno macrista, en todas sus facetas y alcances. Lamentablemente, para alegría de sus actores principales – y para la ignorancia de muchos compatriotas – la conmoción social provocada por el COVID 19 permitirá “diluir” buena parte del trágico latrocinio consumado por el gobierno saliente y, paralelamente, muchas de sus responsabilidades se cargarán alegremente a la cuenta del virus maldito. Los medios de comunicación dominantes, dirigidos por el eje monopólico Clarín - La Nación, se ocuparán de silenciar sistemáticamente las cifras de esta estafa – a la sazón, la verdadera “pesada herencia” – y blindar a sus culpables.
Sin embargo, en forma paralela, la pandemia ha echado luz sobre paradojas y contradicciones insalvables del modelo liberal-capitalista que hace unos meses resultaban más opacas. Sería, tal vez, aventurado y temerario interpretar este momento como un punto de inflexión en la historia contemporánea, aludir a un “antes y un después” de la pandemia en términos de ruptura cultural profunda; no existen elementos fácticos ni perspectiva temporal que nos permitan sustentar afirmaciones de ese calibre. Pero tampoco es éste un momento más del devenir histórico: es indudable que el nuevo escenario ofrece matices que permiten, al menos, señalar los mitos del capitalismo salvaje, ponerlos en debate y, a partir de allí, disputar el sentido común dominante. La crisis del coronavirus ha dejado en la Argentina y en el mundo entero infectados, desocupados, angustiados y muertos; pero también, y fundamentalmente, ha visibilizado como nunca antes las falacias y vilezas más crueles del sistema, desnudando múltiples evidencias que podemos aprovechar en el marco de la disputa cultural que llevamos adelante los actores del ancho campo popular.
Debemos, en consecuencia, asumir que la pandemia ha expuesto crudamente las brutales contradicciones de la cosmovisión liberal desenmascarando todos sus bueyes sagrados, que hoy pueden ser contrastados con una lacerante realidad social a la que no pueden dar la más mínima respuesta. A título meramente ilustrativo, y en modo alguno taxativo, mencionemos:
Como se ha dicho, el listado es apenas enunciativo; podríamos seguir subrayando muchas otras falacias conceptuales del liberalismo, pero no es el objeto de estas líneas. Lo importante es asumir que la coyuntura permite señalar, profundizar y difundir el estruendoso fracaso del paradigma liberal-cuentapropista y contrastarlo crudamente, sin rubores y sin temores, con la cosmovisión humanista, solidaria, nacional y popular que sustentamos.
En ese sentido, no podemos despreciar el involuntario pero valioso aporte que representan algunas voces calificadas del capitalismo más concentrado, hasta hace poco tiempo alineadas en la lógica opuesta y que ahora, sugestivamente, convocan a afrontar la crisis con humanismo y solidaridad. Hay muchos ejemplos recientes de esta curiosa mutación, pero nos detendremos solamente en algunas, en aras de la brevedad y en reconocimiento a su fuerte carga simbólica:
Estas expresiones cuasi surrealistas no son producto de un súbito brote de filantropía o solidaridad internacional; antes bien, son la cabal demostración de que una parte significativa de las élites económicas mundiales ha ponderado la gravedad de la situación y ha comprendido que de ella solamente se podrá salir con una potente intervención de los Estados – Nación y de los organismos multilaterales que los agrupan. Y algo que no es menor: con asistencias directas a las víctimas del modelo.
Va de suyo que las oligarquías vernáculas no parecen haber tomado nota de estas manifestaciones, pese a provenir de los más encumbrados referentes del capitalismo financiero global. Además de su proverbial mezquindad y codicia, las élites económicas argentinas siguen haciendo gala de su profunda ignorancia.
Aparece, entonces, como un deber indelegable de los actores del campo nacional y popular, cualquiera sea el lugar que ocupemos, volver a instalar en la sociedad argentina el debate ideológico profundo, ahora catalizado por la visibilidad que le otorga el escenario de la crisis sanitaria. Y exponer con toda claridad la verdadera dimensión filosófica, cultural y política del cambio de paradigma operado el pasado 10 de diciembre: antes, el “sálvese quien pueda”; ahora, un “nosotros” inclusivo y contenedor. Tal vez, deberíamos reeditar, como lema de esta tarea, la potente formulación de Cristina: “la Patria es el otro”.
Es la oportunidad de señalar, con todo énfasis, que el liberalismo no sólo aísla, empobrece y excluye; también, en última instancia, mata o deja morir; ahora, literalmente. Es momento de rescatar la memoria colectiva y los sueños de igualdad y justicia de los grandes movimientos populares del siglo pasado, en especial, del peronismo. No sólo sus banderas y sus incuestionables conquistas sociales; fundamentalmente, su cosmovisión profundamente humanista, cristiana, solidaria, nacional, popular y latinoamericanista.
Es hora de instalar que de esta crisis debemos salir con una vacuna contra el coronavirus pero también, y principalmente, con una ética de la alteridad que supere la cultura del cuentapropismo que nos ha dominado.
En otros términos, es el momento de librar un capítulo significativo en la enorme tarea que tenemos por delante: el desafío de descolonizar las conciencias, envenenadas por el liberalismo. A la sazón, es el momento de librar un capítulo decisivo de la batalla cultural.